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El papa y el silencio retador

El papa Bergoglio se desliza en las últimas horas hacia el abismo al que le empujan las declaraciones del arzobispo Carlo Maria Viganó acusando a Francisco de encubrir los abusos del cardenal Theodore McCarrick.

El papa que hasta ahora había condenado los abusos, y había insistido en que debían ser investigados, ha optado por el silencio ante los requerimientos de los periodistas.

Mientras Viganó pedía en un comunicado de 11 folios su dimisión asegurando que la corrupción “había llegado a la cima de la Iglesia”, éste respondía ayer a los medios en una comparecencia de 44 minutos señalando:

“Leí esta mañana ese comunicado. Lean atentamente el comunicado y juzguen ustedes mismos. Ustedes tienen la capacidad periodística suficiente para sacar conclusiones. Es un acto de confianza. Cuando pase un poco de tiempo y ustedes tengan las conclusiones, quizá hablaré, pero me gustaría que su madurez profesional haga su trabajo. Eso les hará realmente bien”.

Intentemos desde la distancia, y asumiendo que nos falta información, analizar sus declaraciones con desapasionamiento y desde un enfoque técnico centrado en las posibles consecuencias de las mismas.

En primer lugar, podría parecer que el objetivo del papa se centraría en ganar tiempo dando la cara ante los medios pero cerrándose en redondo a hace cualquier tipo de valoración. Pudiera parecer que no le quedaba otra opción y que su statement pretende intentar devolver el foco sobre su acusador y contribuir a desacreditarle.

Sin embargo, lo que realmente hace, apelando a la profesionalidad de los medios, acaba convirtiéndose en un reto para los periodistas. Y desde luego no hay nada más motivador para un profesional de los medios que lograr desentrañar una maraña de la categoría de una intriga vaticana de este calibre.

Los medios huelen la sangre

Muy seguro debe estar el papa de que el arzobispo no puede demostrar sus acusaciones para apostar por la estrategia del silencio y ceder todo el espacio informativo a sus enemigos y a la prensa que ahora correrá ávida a por la presa informativa en forma de pruebas que demuestren que el papa lo sabía y lo encubrió. El papa se ha postulado ayer a si mismo como la presa a batir. Y cuando un periodista de investigación huele la sangre no para hasta cobrarse su presa. Por lo tanto, no parece muy buena idea animar a recordar a los periodistas que están sobradamente preparados para sacar conclusiones. Porque eso significa recordarle su obligación de rigor y honestidad profesional para investigar hasta el final la noticia, caiga quien caiga. Al fin y al cabo sólo es mercancía informativa y de primera categoría.

Dicho esto, e insisto que desde la distancia, creo que había alternativas a la hora de establecer una estrategia diferente y una narrativa de crisis.

En primer lugar su respuesta acaba convirtiéndose en contra narrativa y achica el foco que él mismo puso con anterioridad en las víctimas. Aunque en 44 minutos de comparecencia defendiera a las víctimas, su silencio acusador desvía la atención de los medios que sólo buscan un buen titular. Y él se lo da con su propia defensa y en el ataque al arzobispo.

Por lo tanto, en vez de apostar firmemente por defender valores, apuesta por defender posiciones.

Pero claro es lo que pasa cuando se hacen comparecencias de 44 minutos en una crisis de este calibre. Antes o después vas a decir algo que no debías. Y ya sabemos que somos rehenes de nuestras propias palabras.

Así que ahora sólo hay que esperar a ver cómo de profesionales son los periodistas haciendo el trabajo que les ha pedido el papa.