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La retransmisión en directo de los atentados terroristas

La retransmisión en directo del cerco a los terroristas que perpetraron la masacre del diario satírico Charli Hebdo, atrincherados en Dammartin en Goele y el secuestro en un hipermercado judío en París, han traído a mi memoria la gestión que hicimos de la comunicación en sucesos relacionados formalmente con este. Me refiero a la autoinmolación de los terroristas en Leganés en abril de 2004 y el atentado de ETA en la terminal T4 de Barajas. En ambos la gestión de la ubicación de los medios se soportó en un procedimiento operativo claramente delimitado. El hecho diferencial hoy en día son las redes sociales.

Cuando se producen los sucesos de Leganés los periodistas descubren los hechos debido al desalojo que realiza la policía. Inmediatamente los medios se desplazan al lugar. La decisión que se toma lógicamente es acordonar la zona y mantener a la prensa que va llegando concentrada en un punto. En este caso la configuración urbana no permite a las cámaras de televisión tener acceso visual a la zona caliente. Por lo tanto, la retransmisión en directo tiene efectos muy limitados sobre la posibilidad de aportar datos a los terroristas de lo que hace la policía. Sin embargo hoy, en Dammartin, las cámaras también están retransmitiendo en directo, pero subidas a un montículo desde el que tienen acceso visual a la zona.

Periodistas

Foto de: Sophie Dupuy

Pese a que las autoridades han pedido que no se retransmita en directo (especialmente por internet) para que los terroristas no tengan información, los medios, obviamente hacen su trabajo. Y las autoridades, como es lógico, deben garantizar su derecho constitucional a la información ¿Cómo hacerlo? Pues buscando una ubicación en zona de socorro, donde no haya riesgos, ni acceso directo a información oficial no controlada. Eso sí, pueden ver en directo parte de la operación ¿Se puede hacer algo más para evitar que los terroristas accedan a información sensible? Sí. Se debe tener un portavoz junto a los medios para facilitarles información oficial solvente, ayudarles a interpretar lo que ven y pedirles responsabilidad. Por ejemplo, que intenten evitar retransmitir primerísimos planos en sus directos, aunque los puedan grabar y embargar, para darlos más tarde. No obstante, todo queda a la voluntad de los medios.

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Respecto a la ubicación de las cámaras en una zona elevada, es lo mismo que hicimos en el atentado de la T4. Pusimos a los medios en una colina para poder filmar las operaciones de extinción y el trabajo policial en la terminal. En ese lugar se realizaban además las oportunas ruedas de prensa y los directos con entrevistas, entonces, al alcalde de Madrid, Alberto Ruíz Gallardón, y a la Presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre.

Y luego está lo de la entrevista que le hizo un medio de comunicación francés al terrorista que había tomado rehenes en el supermercado. Ahí se ha cruzado una línea roja que no se debía haber traspasado. En periodismo no vale todo. Una llamada de ese tipo pudo haber desestabilizado la operación policial y haber puesto en peligro a rehenes e intervinientes. Creo que los periodistas deberíamos reflexionar seriamente sobre esto.

Cabe concluir por lo tanto que, en la era de internet, es imposible evitar que la información fluya. Es complicado y contraproducente el oscurantismo. Las fuentes solventes no son las únicas que existen y lo que deben procurar es liderar el proceso informativo en el ordinario para ser la referencia fundamental en el extraordinario. Y para ello, es preciso trabajar en el día a día con periodistas especializados para que, cuando sea preciso, podamos apelar a su profesionalidad y responsabilidad en el tratamiento informativo en aras a balancear adecuadamente dos derechos fundamentales: el de la información y el de la seguridad.